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Una vez en el coche de Víctor, los dos
vamos en silencio. Yo aún estoy procesando todo lo que he visto y
sabido hoy sobre Sergio, y él debe de estar pensando en que es lo
que me ocurre o quizá haya tenido un día extraño como yo.
Puedo ver mi portal cerquita y me voy
desabrochando el cinturón de seguridad y cojo mi bolso de mano, el
moreno aparca frente a mi bloque y me mira echando el freno de mano
antes de que yo abra la puerta.
—¿Seguro que estás bien, Mara?.
Yo suspiro, tratando de contener un par
de lágrimas que están deseando de salir a flote. Asiento sin
mirarle y entonces él me coge del mentón, obligándome así a
cruzar miradas y entonces, no contengo las lágrimas y las dejo
recorrer mis mejillas. Rápidamente, el gaditano se quita el cinturón
y me estrecha en sus brazos y entonces, ya si que si, no dejo de
llorar mientras el acaricia mi cabello.
—Sh...Vamos, tranquila.— El moreno
me separa brevemente de él y me coge el rostro entre sus grandes
manos y entonces yo miro sus ojos grises. —¿Quieres contármelo?.
Me dispongo a responder pero en ese
momento, un coche toca el claxon. No puede estacionar ahí aún
teniendo el intermitente. Se separa de mi para mover el coche hacia
delante y entonces con voz temblorosa respondo.
—Voy a bajarme aquí. Si quieres,
puedes aparcar el coche y subes a casa. —Le digo mientras aparto un
par de lágrimas más de mis ojos.
Sin pensarlo dos veces, asiente y
entonces me bajo del coche cerrando después la puerta viendo como se
aleja para encontrar aparcamiento, lo que no le será fácil en esta
zona de Madrid, menos mal que yo tengo mi plaza de garaje que si
no..Cojo aire y aún temblando por el llanto y por la brisita que
corre en la calle, saco las llaves del pequeño bolso y abro mi
portal, caminando hacia el ascensor y subiéndome a este para llegar
a la cuarta planta.
Ya tengo mi pijama puesto, me da igual
que Víctor me vea así, en estos momentos me da igual todo. Mientras
preparo el café, mi móvil vibra y en la pantalla me salen los
mensajes de Sergio. No los leo por completo pero casi todos comienzan
con un: “Mara, por favor llámame, me dijiste que no te irías.
Tenemos que...” y ahí se queda. No pienso leerlos, no me apetece,
ahora no.
Llevo la bandeja con el azúcar y las
tazas de café a la pequeña mesa del salón, la que tengo entre el
sofá y la tele, la dejo sobre ésta y me siento al lado de Víctor
quien, sin mas preámbulos me saca el tema.
—Morena, vamos. Cuentáme que te ha
pasado nena.
Me dice con dulzura mientras pasa una
mano repetidas veces por mi espalda. En este momento ni si quiera me
molesta que me llame nena. Mientras me sirvo el azúcar aprovecho
para contárselo muy resumidamente, me da vergüenza mirarle mientras
le digo que el hombre que me gusta y que me ha engatusado es un
vicioso pervertido.
—Sergio me ha llevado a un local de
intercambio de parejas.
Lo suelto así, sin anestesia ni nada
mientras me sirvo la última cucharada de azúcar y le paso el tarro
a él, quien lo coge mientras está en silencio. Lo miro de reojo y
no parece sorprendido, eso me extraña y entonces después de un
silencio de un minuto, lo miro por completo girando mi cuerpo hacia
él.
—¿No te sorprende?.
Él suelta como una pequeña carcajada
con la boca cerrada y yo lo miro frunciendo el ceño, se termina de
echar el azúcar y alza su taza dando un sorbo, después la deja
sobre la bandeja y se gira hacía mi, mirándome.
—Ya conocía esa faceta de Sergio,
nena. Le conozco desde hace bastante tiempo y sé los lugares que
frecuenta y sus gustos en ámbito sexual, he estado mas de una vez
con él pero solo por acompañarlo. No me gusta compartir lo mío, no
comparto ese tipo de gustos.
Me quedo perpleja. ¿Lo sabía? ¿¡Lo
sabía y no se le ocurrió darme un pequeño aviso!? Aunque claro, no
le habría creído la verdad sea dicha, habría pensado que lo que
quiere es echarme el anzuelo y pescarme él. Mi expresión facial lo
dice todo, estoy sorprendida, abrumada, flipada...No se me ocurren
adjetivos para explicar como me siento. Cojo mi taza de café sin
saber como reaccionar y doy un sorbo bajo su atenta mirada, esa
mirada que me intimida tanto, esa mirada de cazador furtivo con la
que el rubio me miró cuando le conocí en la discoteca. No voy a
decirlo lo típico de: ¿Por que no me lo dijiste? Es más que obvio
el por que no lo hizo, y se lo agradezco, prefiero haberme enterado
por mi jefe que por terceras personas. Al ver que no digo nada más,
es el quien separa los labios y habla.
—Por lo que veo, no te ha gustado
mucho visitar dicho antro. ¿No?
Dejo la taza sobre la bandeja al igual
que el y lo miro negando con la cabeza, encogiendome de hombros
después mirando hacia otro lado.
—Es que no..No consigo entenderlo
Víctor. ¿Como puedes dejar que otra persona toque a tu pareja y
encima le guste verlo? No tiene ninguna lógica, eso es como decir
que tu pareja o la persona que te gusta te importa una mierda. Que
solo la quieres para tu propio placer o beneficio. Y no pienso ser
una de esas mujeres. Sergio me gusta..Cuando estoy con el todo
es..Genial pero, no voy a participar en sus vicios raros.
Contesté rotundamente, y el asintió
cuando yo terminé de hablar. Pareciera como si me entendiera a la
perfección y realmente lo hace. Comparto su opinión, yo tampoco
comparto lo que es mío, se que nadie es propiedad de nadie, soy muy
independiente desde que Luis me dejó e incluso estando con él lo
era pero..Si eres mi novio no tiene por que tocarte otra tía y menos
en mi presencia.
Nos terminamos el café y la verdad es
que ya no sabía de que hablar, pero si que sabía que no quería
darle mas vueltas a lo de Sergio, mi móvil, en silencio no paraba de
iluminarse y veía las notificaciones de los mensajes del rubio, de
repente se iluminó mas de la cuenta, me estaba llamando. Cogí el
móvil y le colgué bajo la atenta mirada del moreno.
—¿No piensas hablar con él?.
—No. Hoy no.
Mi móvil volvió a encenderse, esta
vez era Lorena, cogí el teléfono de inmediato.
—¡Morena! —Escuché al otro lado
de la línea.
—Hola rizos.
Mi voz era demasiado baja y triste y a
la madrileña que a pesar de ser mas pequeña que yo no se le escapa
una, lo notó de inmediato.
—¿Que te pasa? ¿Que es eso de una
cena mañana con Sergio y no se quien?
Rodé los ojos y me llevé la mano a la
cabeza suspirando. ¡La cena con ese tal Héctor! Se me había
olvidado por completo..¿Y ahora que hago? ¿Como le explico a una de
mis mejores amigas que el que pensaba que iba a ser mi novio es un
pervertido, morboso y vicioso y que no quiero volver a verle? No me
queda mas remedio que asistir, no puedo explicarle eso y a parte,
tengo una educación y no me parece bonito dejar al amigo de Sergio
tirado ahora que acaba de llegar a Madrid.
—Pues...Es un favor que le tenemos
que hacer a Sergio, así que ponte mona.
—Espera, espera..¿TENEMOS?.—
Recalca ella por teléfono.
—Por favor..Hazme el favor a ti si no
quieres hacérselo a Sergio. ¿Vale? —Le pongo una voz tierna, sé
que no se va a negar, se como ganarmela.
Oigo como suspira y sonrío levemente.
—Mándame la hora de mañana por
whats.
—¡Gracias! Te quiero..
Ambas colgamos y dejo el móvil sobre
la mesa, miro a Víctor quien me mira impasible, tanto que vuelve a
darme repelus, odio esa mirada, me intimida y a mi no me intimida ni
un tigre de vengala.
—¿Vas a volver a quedar con el
mañana?
—Sí, no puedo hacerle ese feo, ya no
por él, si no por su amigo que viene de Londres.
Él alza ambas cejas y hace un gesto
tipo: “Yo flipo”. Y yo suspiro levantándome para recoger la mesa
sin decir nada, no me apetece discutir y menos con él. Lo que yo
haga o no es mi problema y asunto mío, me ha ayudado esta noche, sí
y mucho. Pero eso no implica que tenga que darle explicaciones de lo
que voy o no voy a hacer.
Cuando termino de recoger veo que
Víctor se levanta, se marcha y en realidad me da pena, por que si me
quedo sola me toca pensar toda la noche sobre lo sucedido y sé que
no voy a dormir nada. Me envuelvo en mi bata y voy al salón con la
vista bajada y cuando la alzo, veo que se ha quitado la chaqueta y la
corbata. ¿No se va? Frunzo el ceño mirándole y el vuelve a
sentarse en él sofá.
—Pensaba que te marchabas.
Me mira algo sorprendido.
—¿Quieres que me vaya? Si es así lo
hago sin problema alguno.—De nuevo coge su chaqueta y su corbata y
yo rápidamente me siento impidiéndole que lo haga, colocando sin
querer mi manos sobre la suya y entonces noto un pequeño calambre en
el cuerpo.
Por un segundo miramos nuestras manos,
los dos a la vez y entonces las aparto.
—Lo que pasa es que, me imagino que
como cualquier persona, mañana es Lunes, y tendrás que trabajar.
El suelta una carcajada chulesca y me
mira.
—Nena, soy jefe de una cadena de
restaurantes y servicios de catering. No tengo que madrugar si no
quiero.
Con una sonrisa desvía la mirada de mi
y coge la manta roja del sofá, me la echa por encima y me invita a
recostarme en su pecho. ¿Se va a quedar a dormir? Espero que no, me
sentiría mal conmigo misma y hasta mal por Sergio, a pesar de todo.
Acepto su invitación y me acomodo en su pecho, huele muy bien, a One
Million de Paco
Rabanne. Mis ojos se van
cerrando, no he hecho nada hoy pero estoy cansada, me dejo acomodar
hasta que caigo profundamente dormida sobre el pecho de Víctor,
aspirando ese aroma que tanto me gusta mientras el apoya su cabeza
sobre la mia y me rodea con los brazos.
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